LOS AVATARES DE
La corona española prestó al problema de Chile la atención que merecía, al considerar que aquella colonia austral desempeñaba un papel defensivo en el sistema hispano en América, al controlar el acceso al océano Pacífico y al Perú, cuando los corsarios ingleses y holandeses habían extendido sus actuaciones a la región. No era posible seguir confiando la custodia del territorio a los vecinos, más interesados en explotar las riquezas y asentarse en el país que en combatir, y a diferencia de los primeros conquistadores, cada vez menos diestros en el manejo de las armas y peor organizados. El reclutamiento en el Perú, en Panamá o en Santo Domingo habia demostrado su ineficacia, toda vez que se canalizaba un limitado contingente de desarraigados, mas inclinados al botín que a cumplir con las exigencias de la disciplina castrense. La guerra de Chile devorado uno tras otro los refuerzos llegados desde el continente americano y España. A partir de 1603 se hizo preciso destinar un ejército profesional permanente de unos dos mil hombres, que debería ser sufragado con el real situado del Perú, esto es, la provisión de fondos procedentes del Tesoro Real destinado in situ a la defensa de las posesiones americanas.
En la guerra de Arauco, sin embargo, la presencia de una fuerza adiestrada y disciplinada no seria granita de éxito. Las características de la lucha y de la propia sociedad mapuche hicieron que el esfuerzo bélico español se estrellara en las sucesivas campañas que se emprendieron.
Los araucanos padecían de ciudades y haciendas contra las que dirigir los ataques; sus gentes se habían retirado hacia la cordillera de los Andes, sus cultivos fueron reiteradas veces destruidos, pero el conocimiento de el terreno permitía subsistir a los combatientes con raíces y frutos silvestres; la sustitución del maíz por el trigo y la cebada, donde fue posible, permitió a los indígenas disponer de las cosechas mas tempranas y confundir a los españoles sobre sus reservas de alimentos. La larga temporada de lluvias obligaba además a interrumpir las operaciones posibilitando la recuperación de los contendientes locales, mientras los españoles debían aguardarla llegada de refuerzos del exterior.
A las condiciones descritas se unía la estrategia adoptada, pues rara ves los araucanos llegaban a reunir una concentración importante de hambres, mientras las tropas peninsulares generalmente marchaban en numero seguro, acompañadas de aliados, e iban agotándose y perdiendo efectivos faltas de avituallamiento y presas de continuas emboscadas.
Varios gobernadores internos dejaron paso en 1601 al capitán Alonso de Ribera (1560-1617), veterano del tercio de Flandes que durante cuatro años desplegó una implacable estrategia militar con bastantes menos recursos de los anunciados. El ejercito paso entonces a ser de carácter permanente y profesionalizado. Ribera pretendía levantar una línea de fortificación en territorio mapuche que fuera avanzado una vez sometiera la población conquistada.
Pese a las derrotas que Ribera infligió a los indígenas n Purén, Pelantaro y Nabalburí, y a la tala sistemática de sementeras, la ausencia de un resultado inequívoco y la noticia de la perdida de Villarrica hicieron que el monarca Felipe III decidiera en 1604 trasladarlo a Tucumán y nombrar para reemplazar a Alonso e Sotomayor. Pero Sotomayor declino el nombramiento y en su lugar se designo en
Sin embargo, en la quebrada de Palo Seco perecieron, en 1606, mas de cientos cincuenta españoles mandados por el capotan Lisperguer en una emboscada que obligo de nuevo a despoblar el fuerte de Boroa, cerca de la antigua Imperial. De un golpe se perdía el terreno ganado en los últimos años.
REFUNDACIÓN DE
Fue en ese año 1606 cuando Felipe III acordó crear de nuevo
Esta vez la sede de
García Ramón consiguió también de
La esclavitud venía siendo reclamada por los colonos desde el inicio de la rebelión y fue presentada como una forma de proveer de mano de obra a las estancias y chacras de los valles centrales entre el auge que iban teniendo y el descenso de población indígena encomendada. Ello explica -y no sólo como medida militar- que estuviera vigente hasta 1683, cuando hacía tiempo que había remitido la contienda araucana.
Con la anterior cédula, promulgada en Chile en 1610, se establecía el botín personal, la recompensa inmediata que cualquier soldado podía tomar en el campo de batalla o en los poblados, sabiendo que no faltaría comprador para su presa. La libertad de captura se convirtió también en un estímulo ofrecido a los indígenas aliados para que combatieran al lado de las tropas españolas.
Pero ni el recrudecimiento de la guerra abierta ni la esclavitud hicieron avanzar las posiciones españolas. En 1610 fallecía el gobernador.
García Ramón fue reemplazado interinamente por Luís Merlo de
El curso de la guerra adopto un nuevo sesgo en 1612 al ser restablecido Alonso de Ribera al frente de
Ribera llevó a cabo el plan de guerra defensiva propuesto en 1607 por el oidor de
Valdivia consiguió que el ejército de Arauco renunciara a traspasar el BioBio y se concediera a
UNA NUEVA OFENSIVA
A comienzos de 1625, Luís Fernández de Córdoba Arce (1589-1653) hizo publica
Después de varios encuentros de signo diverso, en 1631 Francisco Laso de
RECONSTRUCCIÓN DE PUERTO DE VALDIVIA
Laso de
LOS PARLAMENTOS DE QUILLÍN
El desgaste mutuo, la larga etapa por la que discurría el conflicto -casi medio siglo-, la destrucción ocasionada por la guerra y la que vino a sumarse como consecuencia de la erupción del volcán Villarrica y mas tarde de los sismos que asolaron la región, propiciaron formas de entendimiento ocasional que señalaron el final de la confrontación abierta, si no de manera concluyente, como una tendencia que el tiempo se encargaría de confirmar.
En 1641 se produjo el primer parlamento de Quillín. El nuevo gobernador, francisco López de Zúñiga (1599-1655), marqués de Baides, se mostró favorable a la paz sobre la base de respetar la frontera del BioBio. Si la guerra había favorecido cierta actividad económica, de la paz cabía esperar la prosperidad general del reino. Los jesuitas emplearon su influencia en la colonia para respaldar esta actitud. Y los araucanos se mostraron favorables a dejar el combate, diezmados por la lucha y las enfermedades.
En enero de 1641 el gobernador se reunía en Quillín con algunos caciques mapuches y pactaban la paz. Los españoles debían retirarse al norte del río y renunciar a tomar indígenas, debiendo despoblar los núcleos que mantenían, aunque podían conservar el fuerte de Arauco. Los mapuches devolverían los prisioneros, dejarían actuar a los misioneros y se comprometían a no aliarse con los extranjeros. Sin embargo, ninguna de las partes renuncio a realizar incursiones en terreno enemigo en busca de ganado y botín o de castigo recíproco. El rey ratificó el acuerdo.
UN DIFÍCIL COMPROMISO
Más difícil que acordar sería mantener lo acordado, máxime cuando dejaba tantas cosas sin decidir. Los incidentes volvieron a darse algo después. Los indígenas aprovechaban la tregua para armarse y en algunos puntos se prepararon concentraciones, dispersadas por las tropas españolas, que capturaron a algunos caciques y los mantuvieron como rehenes durante un tiempo. La mayor amenaza vino cuando la corona consideró que debían cesar los envíos con cargo al situado del Perú. La presencia holandesa en la costa aplazó una medida que hubiera dañado la estabilidad militar y económica de la provincia.
El parlamento entre autoridades españolas y jefes mapuches volvió a repetirse en Quillín en 1647 sin resultados definitivos. El servicio personal volvía a ser suprimido y los araucanos permitían la construcción de fuertes y el paso por la tierra hasta Valdivia. Los enfrentamientos periódicos dejaban paso a etapas de paz en las que se reanudaban los intercambios económicos y culturales. A mediados del siglo XVII la situación se había estabilizado.
DEFINICIÓN DE
Todavía se vivió el desastre de 1654 y un levantamiento en 1655 que duro hasta 1662 en respuesta a las expediciones españolas en busca de esclavos que contravenían lo acordado, mas el conflicto sólo fue general durante los dos primeros años de la nuevo contienda.
En 1654 el gobernador Antonio de Acuña y Cabrera (1697-1656) había ordenado una acción de castigo contra los indígenas cuncos por haber asesinado y despojado a los náufragos de un navío que se dirigía a Valdivia, a lo que siguió la muerte de algunos soldados en otro incidente. Los cuñados del gobernador, los hermanos Salazar, habían sido elevados a los cargos de maestre de campo y de sargento mayor, a la vez que eran partícipes del comercio de esclavos y alentaron una campaña punitiva a la que
Una segunda expedición española, al año siguiente, dejo desprotegido los fuertes y facilitó el levantamiento general de los mapuches, contrarios al paso de aquel ejército por Arauco y opuestos a los fines que se perseguían. Después de 1662 se mantuvo la situación fronteriza de incursiones, acuerdos e intercambios antes descrita, en los que la aculturación y el mestizaje, la acción de los misioneros y las fricciones esporádicas se alternaron. A raíz del episodio protagonizado por los hermanos Salazar, cuya codicia había ocasionado una catástrofe en
LOS ARUCANOS EN GUERRA
La adaptación de los araucanos a las técnicas militares de los conquistadores se produjo con una extraordinaria rapidez. Poco después de la muerte de Lautaro (1557) ya empleaban caballos e, incluso, manejaban los arcabuces que habían arrebatado al enemigo, aunque lo habitual seguía siendo el empleo de arcos y flechas, picas, hondas, lanzas y macanas. La disposición de un arquero en la grupa del caballo, tras el jinete, aumento su eficacia al crear una caballería armada que oponer a la española y a la infantería enemiga.
Los araucanos pronto comprendieron que buena parte de la superioridad militar del contrincante descansaba en el empleo de las armas de fuego. Ya que no podían proveerse de ellas sino de manera muy circunstancial y aun así carecían de pólvora y munición, aprendieron el mecanismo de funcionamiento de tales armas. En Las Cangrejeras el cacique Lintur lanzó a sus hombres contra los españoles sabiendo que la lluvia que estaba cayendo impedía mantener encendida de la cuerda de los arcabuces. En otras ocasiones los mapuches se mantenían al acecho de las expediciones y practicaban la emboscada una vez habían ganado confianza y apagado sus mechas.
La presencia de mestizos en el campo mapuche comporto que dispusieran de información sobre el modo de actuar de los españoles, sus tácticas y su armamento.
Junto a las anteriores habilidades adquiridas, los araucanos practicaron la táctica de aislar al enemigo de los recursos que precisaba para abastecerse y desde luego le negaron el tributo, el servicio que permitía la explotación de tierras y minas.
Con este objetivo, fueron retirando la población hacia la cordillera o hacia el sur, abandonando campos y poblados con efectos tanto para el plano militar como para la evolución del pueblo mapuche.
A
Tras la victoria española en el Albarrada (1631), la captura de esclavos se convirtió en la acción más frecuente y lucrativa para capitanes, soldados e indígenas aliados. La maloca, expedición rápida española destinadas a la captura presas, se hizo asidua y los fuertes, cuyo valor estratégico decae en una guerra sin avances, cobraron importancia como depósito de piezas. Boroa se erigió en <
La demanda de los cautivos para el Perú incremento su precio y ocasiona la protesta de los estancieros locales que los empleaban en trabajos rurales y veían encarecerse la mano de obra. Con todo, parecía haberse puesto fin al peligro mapuche y a los límites fijados a la máxima explotación del país.
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